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MENTE Y CUERPO SON INSEPARABLEMENTE UNO

La inteligencia es mucho más flexible que la máscara de material que la oculta. La inteligencia puede expresarse por igual como pensamiento o como molécula. Una emoción básica como el miedo se puede describir como sensación abstracta o como tangible molécula de la hormona adrenalina. Sin la sensación no hay hormona; sin la hormona no hay sensación. De la misma forma, no hay dolor sin las señales nerviosas que transmiten el dolor; no hay alivio para el dolor sin las endorfinas que se ajustan a los receptores del dolor para bloquear esas señales. La revolución que llamamos medicina mente-cuerpo se basó en este simple descubrimiento: dondequiera que va un pensamiento, un elemento químico lo acompaña. Este esclarecimiento se ha convertido en una herramienta poderosa que nos permite comprender, por ejemplo, por qué las viudas recientes tienen dos veces más probabilidades de desarrollar un cáncer de mama, o por qué las enfermedades son cuatro veces más probables en los depresivos crónicos. En ambos casos, los estados de aflicción mental se convierten en los bioquímicos que crean la enfermedad. En mi práctica profesional puedo encontrarme con dos pacientes atacados de angina de pecho, ese típico dolor opresivo, sofocante, característico de la dolencia cardíaca. Un paciente podrá nadar, correr y hasta escalar montañas, ignorando totalmente su dolor o quizá sin sentirlo siquiera, mientras que el otro casi se desmaya de dolor con sólo levantarse del sillón. Mi primer impulso será buscar una diferencia física entre ellos, pero puedo hallarla o no. Según los cardiólogos, hay dolor de angina cuando una de las tres arterias coronarias, al menos, está bloqueada en un 50 por ciento. Este bloqueo se presenta casi siempre bajo la forma de un ateroma, una lesión en la parte interior de la pared arterial, formada por células muertas, coágulos de sangre y placas grasas. Sin embargo, eso del 50 por ciento bloqueado es sólo una regla práctica. Algunos pacientes de angina quedan incapacitados por el dolor cuando sólo tienen una pequeña lesión en una sola arteria, que apenas obstruye el flujo sanguíneo; otros, en cambio, han corrido maratones pese a grandes bloqueos múltiples que afectaban hasta un 85 por ciento. (Debería agregar que la angina de pecho no siempre es provocada por un bloqueo físico. Las arterias están rodeadas de una capa de células musculares que pueden sufrir espasmos y comprimir el vaso sanguíneo, cerrándolo, pero se trata de una reacción muy individual.) En términos de mente-cuerpo, mis dos pacientes expresan diferentes interpretaciones del dolor. Cada paciente imprime a su estado una perspectiva única; el dolor (o cualquier otro síntoma) emerge a la conciencia sólo después de interactuar con todas las influencias pasada; que operan en el sistema mente-cuerpo. No hay una sola respuesta para todos, ni siquiera para la misma persona en dos momentos distintos. Las señales de dolor son datos en bruto que pueden ser aplicados a muchos fines. El atletismo de alto esfuerzo, como la carrera de larga distancia, somete al atleta a un dolor que él interpreta como señal de logro («El que quiera pez, que se moje los pies»); el mismo dolor, infligido en otras circunstancias, sería muy mal recibido. Los corredores admiran a los entrenadores que los empujan hasta el límite, pero tal vez detestarían un tratamiento semejante en el servicio militar. La medicina apenas comienza a utilizar el vínculo mente-cuerpo para curar; la derrota del dolor es un buen ejemplo. Mediante el suministro de un placebo o droga inocua, el 30 por ciento de los pacientes experimenta el mismo alivio frente al dolor que el que habrían sentido si hubieran tomado un verdadero calmante. Pero el efecto mente-cuerpo es mucho más sagrado. La misma píldora inocua se puede utilizar para calmar el dolor, para impedir las secreciones gástricas excesivas en los enfermos de úlcera, para bajar la presión arterial o combatir los tumores. (Se pueden inducir todos los efectos colaterales de la quimioterapia, incluyendo la pérdida de pelo y las náuseas, si suministramos a los cancerosos una píldora de azúcar y les aseguramos que se trata de una poderosa droga anticáncer; existen casos en que simples inyecciones de solución salina estéril han llevado a la remisión de tumores malignos avanzados.) Como la misma píldora inerte puede provocar respuestas tan distintas, debemos llegar a la conclusión de que el cuerpo es capaz de producir cualquier respuesta bioquímica, una vez que la mente recibe la sugerencia adecuada. La píldora en sí carece de significado; el poder que activa el 19 efecto placebo es el poder de la sugestión por sí solo. Esta sugestión se convierte luego en la intención del cuerpo de curarse. Entonces, ¿por qué no saltear el engaño de la píldora de azúcar para ir directamente a la intención? Si pudiéramos activar efectivamente la intención de no envejecer, el cuerpo la llevaría a cabo de manera automática. Contamos con pruebas muy excitantes para demostrar que esa posibilidad existe. Una de las enfermedades más temidas de la vejez es el mal de Parkinson, dolencia neurológica que provoca movimientos musculares incontrolables y un drástico retardo de las acciones corporales, tales como caminar; con el tiempo el cuerpo se pone tan rígido que el paciente no puede moverse en absoluto. Se ha identificado el origen del Parkinson en un inexplicable agotamiento de un elemento químico cerebral de importancia crítica llamado dopamina. Pero también existe un mal de Parkinson simulado, que ocurre cuando las células cerebrales que producen la dopamina han sido destruidas químicamente por ciertas drogas. Imaginemos a un paciente afectado por este tipo de Parkinson en una etapa avanzada de inmovilización. Si trata de caminar, sólo dará uno o dos pasos antes de detenerse, tieso como una estatua. Sin embargo, si trazamos una línea en el suelo y le decimos: «Crúcela», esa persona podrá caminar hasta cruzarla milagrosamente. Pese a que la producción de dopamina es completamente involuntaria y su provisión parece exhausta (como lo demuestra el hecho de que su cerebro no pueda ordenar a los músculos de las piernas dar un paso más), con la sola intención de caminar el cerebro despierta. Esa persona puede petrificarse otra vez después de unos pocos segundos, pero una vez más, si le pedimos que franquee una línea imaginaria, el cerebro volverá a responder. Por extensión, la invalidez y la inactividad que presentan muchos ancianos es sólo un estado latente. Al renovar sus intenciones de llevar una vida activa y útil, muchos ancianos pueden mejorar drásticamente su capacidad motriz. su fuerza. su agilidad y la rapidez mental. La intención es parte activa de la atención; es la manera de convertir los procesos automáticos en conscientes. Utilizando simples ejercicios de mente-cuerpo, casi cualquier paciente puede aprender, en pocas sesiones, a convertir un ritmo cardíaco precipitado, un jadeo asmático o la ansiedad flotante en una reacción más normal. Lo que parece fuera de control puede ser controlado mediante la técnica adecuada. Las implicaciones para el envejecimiento son enormes. Al insertar una intención en los procesos de pensamiento tal como: «Quiero mejorar todos los días mi energía y mi vigor», puedes comenzar a ejercer control sobre esos centros cerebrales que determinan cuánta energía se expresará en la actividad. La declinación del vigor en la ancianidad se debe, mayormente, a que la gente espera declinar; sin desearlo, han implantado una intención derrotista bajo la forma de una potente creencia, y el vínculo mente-cuerpo cumple automáticamente esta intención. Nuestras intenciones pasadas crean programas obsoletos que parecen tener dominio sobre nosotros. En verdad, el poder de la intención se puede despertar de nuevo en cualquier momento. Mucho antes de envejecer, puedes evitar esas pérdidas si programas tu mente para mantenerte joven, utilizando el poder de tu intención. Del Libro Cuerpos sin Edad Mentes sin Tiempo ( Deepak Chopra )

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