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¿Por qué las hortalizas tenían más nutrientes hace 50 años?


Con hortalizas nos referimos, en general, a las plantas cultivadas. Son las verduras y las legumbres, que son las semillas de algunas hortalizas. No se incluyen en este término ni la fruta ni los cereales, aunque también han tenido modificaciones y falta de nutrientes.

Entre otros beneficios para la salud de estos alimentos, está el aporte de minerales. Las hortalizas los absorben de la tierra, los sintetizan y los transforman en formatos compatibles para nuestro organismo. De otra manera, el cuerpo humano no podría asimilar los minerales, tal y como se encuentran en la tierra, y que son vitales para su buen funcionamiento.


Sin embargo, encontramos que este aporte de minerales de las hortalizas es menor que hace 50 años. La tierra contiene una cantidad de minerales que no puede renovar por sí sola. A lo largo de todos estos años de cultivos, las hortalizas han ido absorbiéndolos.

Debido a ello, cada vez es menor la cantidad en el terreno. Además, debes saber que los cultivos son cada día más intensivos.


La reposición de los minerales a la tierra se ha hecho mediante la aportación de abonos. Estos abonos contienen nitrógeno, fósforo y potasio. Pero el resto de minerales no se reponen. Llevamos décadas reponiendo con este tipo de abono que solo atiende a estos tres minerales. Así, se ha disminuido en la tierra el resto de minerales que no se reponen. Debido a esto las hortalizas no contienen el aporte mineral de hace 50 años, pues no los encuentran en la tierra en la que se están cultivando.


¿Qué ocurre con la disminución de los minerales en la tierra?


Con estos tres minerales en los abonos, las hortalizas contienen lo que se llaman los macronutrientes, que aportan a nuestro organismo energía.

Sin embargo, también son necesarios los minerales que constituyen los micronutrientes, junto con las vitaminas, que no se han repuesto a lo largo de muchos años. Aunque en la actualidad se estudian los abonos, en función de cada tipo de terreno, todavía se aplica muy poco.


Por esto, aunque en la agricultura se emplean abonos y las hortalizas crecen bien, contienen menos cantidad de micronutrientes que hace 50 años.

Debemos considerar que estos micronutrientes son los que aseguran el buen funcionamiento del organismo. Como consecuencia de esta necesidad que ya no tenemos a través de las hortalizas, han aparecido quienes defienden la ingesta de agua de mar.


¿Sabías que contiene los minerales que forman parte de los micronutrientes? Y, según descubrió René Quinton en el siglo XIX, en proporciones similares a las contenidas en el cuerpo humano de forma natural. Pero esto es otro tema.


En cuanto a las hortalizas, ahora sabemos que contienen menos nutrientes debido al agotamiento de minerales presentes en la tierra, en cultivos continuos sin una reposición equilibrada de los mismos mediante los abonos.


A partir de la década de 1940, la agricultura intensiva empezó a tener cada vez más protagonismo en el mundo que conocemos: se buscaba maximizar la productividad de la tierra a través de monocultivos, variedades genéticamente optimizadas y el uso controlado de fertilizantes y pesticidas.


Para ello fueron, y siguen siendo precisas, grandes inversiones de dinero y energía.

Anemia, falta de yodo, vitaminas... en los países desarrollados también existe malnutrición por falta de micronutrientes

La también llamada agricultura industrial permitió producir cada vez más alimentos ante una demanda también creciente, al mismo tiempo que las autoridades sanitarias garantizan su salubridad.


Aun así, en la comunidad científica no existe consenso sobre los efectos a largo plazo de este sistema productivo y de los compuestos químicos, tanto sobre la salud humana como sobre la naturaleza.


Pero el debate que hoy planteamos es otro. Tiene que ver con nutrición, y está relacionado con todo lo anterior. Existen dos grandes tipos de malnutrición: la “clásica”, asociada a la falta de comida y la carencia básica de nutrientes, y la que algunos expertos llaman “malnutrición B” por diferenciarla de la anterior.


La primera malnutrición afecta a los países más pobres y sigue siendo un problema global, al tiempo que se siguen tirando a la basura toneladas de alimentos. La segunda afecta, también, a los países desarrollados: Tiene que ver con dietas basadas en las calorías y las proteínas, y con la carencia de micronutrientes esenciales, es decir, de vitaminas y minerales


El bajo consumo de frutas y verduras, es la principal causa de la malnutrición por falta de micronutrientes en los países desarrollados: Por ejemplo, en muchos grupos de población de la Unión Europea hay carencia de yodo. Tendríamos que comer 5 raciones al día de frutas y verduras, y la gran mayoría de gente no las consume”.

Precisamente son estos micronutrientes los que previenen de males contemporáneos como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la demencia. Y más del 30% de la población mundial, también en países ricos, sufre déficit de micronutrientes. Es una malnutrición que no se ve, que es casi superficial, pero existe.


Los alimentos de origen vegetal, que deben representar entre un 70% y un 80% de una dieta ideal, omnívora, contienen estos tesoros de la alimentación: calcio, hierro, vitaminas y antioxidantes son esenciales para el sistema nervioso, cardiovascular, e inmunitario.

Y aquí es donde aparece un problema inesperado. Además de consumir pocos alimentos de origen vegetal, ¿qué ocurre si los propios vegetales están perdiendo micronutrientes?

Es lógico pensar que la agricultura intensiva, en comparación con la tradicional, es la culpable de que comamos tomates que no saben ni aportan nada. Pero no es cierto, al menos no del todo. La "culpable original" es la agricultura en sí misma.


Si bien es cierto que los estudios publicados en los últimos 15 años demuestran que la mayor parte de la producción agrícola es bastante baja en micronutrientes, su pérdida no empezó hace 50 años, sino hace 10.000, cuando la humanidad abandonó los frutos de las plantas silvestres y nos convertimos en agricultores.

Desde entonces se ha tendido a seleccionar aquellas variedades de vegetales más agradables, altas en azúcar, almidón y aceite (las menos saludables). Así apartamos de nuestra dieta a los alimentos más ácidos o astringentes, los grandes contenedores de micronutrientes.


De vuelta al siglo XX, son numerosos los estudios que demuestran que la agricultura intensiva está contribuyendo a destruir el valor nutricional de los alimentos, sobre todo de los vegetales. Los alimentos no alimentan porque se producen de forma forzada y fuera de temporada, y porque la tierra está tan explotada que no puede recuperar los nutrientes y minerales y transmitirlos después.


Lo más chocante, sin embargo, es que los propios expertos de la OMS admiten que a día de hoy el valor nutritivo de los alimentos no se tiene en cuenta a la hora de medir su calidad:

El criterio nutricional no se analiza mucho a la hora de determinar la calidad de un alimento. Las instituciones europeas priorizan la detección de contaminantes, de tóxicos, es lógico porque pueden causar la muerte. La calidad de los nutrientes todavía no está incluida como criterio. Veremos entonces, en estas condiciones, que nos deparará el futuro.


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